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Beatificación: Papa Francisco quiere hacer Santo a un Obispo acusado de Abuso Sexual de Menores

Este es el crudo y valiente testimonio que ha sacado a la luz una trama in-imaginada que envuelve al mismísimo Papa Francisco y los altos rangos del Vaticano...

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Este es el crudo y valiente testimonio que ha sacado a la luz una trama inimaginada que envuelve al mismisimo Papa Francisco y los altos rangos del Vaticano:

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“Mi nombre es Gianni Bisoli, nací en Sirmione el 15 de septiembre de 1948. Soy sordo desde mis ocho años. Empecé a ir al Instituto Antonio Próvolo en Verona a los nueve. Tres meses después de mi llegada comencé a ser sodomizado, obligado a tener sexo oral y a masturbar a dieciséis sacerdotes y hermanos religiosos de la escuela”.

Crudo y frontal, el de Gianni fue solo uno de los 67 dramáticos testimonios de ex internados de la institución religiosa italiana. La violencia duró desde fines de los 50 hasta 1984. Pero fue recién en 2006 cuando se conocieron las primeras denuncias: los ex alumnos reaccionaron al enterarse de que abriría una casa de acogida de niños sordos con dificultades familiares, gestionada por religiosos de la Congregación de la Sociedad de María, muchos de los cuales habían participado de aquellos abusos.

El relato sacudió aún más los cimientos de la Iglesia cuando Bisoli señaló haber vivido un calvario junto al obispo de Verona, Giuseppe Carraro, fallecido en 1980, y quien en ese entonces llevaba cuatro años en proceso de beatificación.

“Aún tengo que declarar que, a la edad de 11 años hasta los 14, he estado varias veces en el apartamento del obispo de Verona, Don Giuseppe, donde el propio prelado me sodomizó y exigió otros juegos sexuales”, dijo Bisoli.

Giuseppe Carrara fue obispo de Verona de 1959 a 1978. Amado y respetado en la ciudad, su biografía dice que nació en l899 en una familia pobre, logró graduarse en ciencias naturales, y se ordenó como sacerdote al cumplir los 24 años. A los 53 fue nombrado obispo, y mantuvo durante casi dos décadas su liderazgo pastoral en Verona, ciudad a la que había llegado en el pontificado de Juan XXIII.

“Ofrezco mi pobre vida –escribió– con todo lo que Dios me reserva para que yo sufra, actúe, sirva y ore, particularmente por la santificación de los sacerdotes: para que no vayan por el mal camino, no se desalienten, no se pierdan, no traicionen los santos vínculos que los unen a Cristo, a la Iglesia y al pueblo cristiano”.

Su tarea solidaria en la catástrofe de Vajont, las inundaciones de Florencia y los terremotos en Belice, Friuli e Irpinia lo convirtieron en un obispo cercano a la gente. Para todos los círculos eclesiásticos italianos el sacerdote fue un ejemplo de oración, entrega, silencio y fe.

En 2005, el entonces obispo de Verona, Flavio Roberto Carraro, inició un proceso para otorgarle el título de “Siervo de Dios”, el primer grado que se le da a una persona que es candidata a ser beatificada y posteriormente canonizada. La Santa Sede, por medio de la Congregación para las Causas de los Santos, es la que analiza el detallado informe sobre la vida y las virtudes del postulante. Solo una vez que se ha realizado un minucioso análisis, dictamina que “nada impide iniciar la causa” (decreto “Nihil obstat”).

En 2009, cuando el escándalo del instituto de Verona sorprendía a los italianos, por una investigación publicada por L’Espresso, el obispo de la ciudad Giuseppe Zenti hizo oír su voz. Luego de una declaración inicial, en donde habló de “un profundo sufrimiento” y la importancia del “establecimiento de la verdad”, planteó con tono furibundo: “¡Es un engaño, un cúmulo de mentiras!”.

Las acusaciones sobre los sacerdotes eran coincidentes: violencia sexual, masturbación, juegos eróticos, golpes con bastones… en las habitaciones, en las aulas, en el baño, en el altar.

“El sacerdote me obligaba con castigos, poniéndome de rodillas durante horas, y con bofetadas y golpes, a tener relaciones con él”, describió Charles su calvario.

“El cura me despertaba por las noches y me llevaba al baño a sodomizarme y masturbarme”, confesó Ermanno.

“Cuando tenía 11 años los curas abusaban de mí”, dijo Bruno –”el bello de ojos azules y cabello rizado”, como lo llamaban en el Próvolo– y dio una larga lista de sacerdotes que lo sometieron a terribles vejaciones.

Pero el obispo Zenti desestimó muchas de estas denuncias y habló de “lavado de cerebro” y “chantaje”, y señaló al portavoz de las víctimas, Giorgio dalla Bernardina, como el responsable de esta maniobra. “Sospecho que él fue quien firmó las declaraciones”, dijo. Y lo acusó de pedir dinero (“200 euros por mes para no dar a conocer los supuestos abusos”) y de estar interesado “en los bienes inmuebles del Próvolo”.

Monseñor Zenti rechazó con mayor vehemencia aún las acusaciones que involucraban al obispo Carraro: “El hombre que hace la denuncia dice que fue llevado al palacio de un tal Don Giuseppe, donde habría sido sodomizado y obligado a juegos sexuales. Puesto que hablamos de 1962 a 1964, está haciendo referencia a Carraro, que está a la espera de la beatificación… ¡Esto es una locura!”.

Los casos de abuso fueron analizados por una comisión presidida por Mario Sannite, juez retirado y ex presidente del Tribunal de Verona, que tuvo la tarea de “escuchar a las víctimas y establecer la verdad”. La Congregación para la Doctrina de la Fe decidió suspender el proceso de beatificación del obispo mientras se llevara a cabo la investigación, y al término de todas las declaraciones se expidió sobre él y los otros religiosos señalados como pedófilos.

En un extenso documento, fechado a fines de 2012, adoptó las “penas” para los curas acusados de abuso de menores. Sobre Eligio Piccoli determinó: “Dada la edad avanzada y la mala salud, se sanciona con precepto penal la orden que implica llevar de ahora en más una vida dedicada a la oración y a la penitencia, la prohibición de todo contacto con menores y la vigilancia constante por parte de personas elegidas por el obispo de Verona”. Para Danilo Corradi, se dictaminó una “amonestación canónica” dado que “las acusaciones no han sido probadas, pero mientras exista la duda, se acordó la estricta supervisión de los administradores sobre su comportamiento”. Algunas de las decisiones tomadas por la comisión investigadora para los otros sacerdotes incluyeron el “envío a un hogar de ancianos” (para el hermano Lino Gugole, que “sufre una forma grave de Alzheimer que lo hace completamente incapaz de entender”), la absolución para dos sacerdotes (Agostino Micheloni y Rino Corradi), porque manifestaron no residir en el Próvolo en el momento de los hechos denunciados, y la continuación de la investigación en otros casos donde “los cargos aún no han surgido con claridad”.

El vocero de las víctimas, Marco Lodi Rizzini, se quejó: “Las sanciones han sido muy edulcoradas, teniendo en cuenta que estos hechos arruinaron la vida de muchos niños”.

En el caso del obispo Giuseppe Carraro, el testimonio de Bisoli fue descartado por estar “afectado por inconsistencias y contradicciones”. La Congregación concluye que “no existen acusaciones fundadas” para impedir que el prelado siga el camino para ser nombrado “Siervo de Dios” e “invita al ministerio para las Causas de los Santos a completar el proceso de beatificación”.

Gianni Bisoli hoy tiene 68 años y mantiene sin titubear su denuncia contra los 16 sacerdotes, incluido el obispo de Verona. “Los encuentros comenzaron poco antes de la Navidad del 59. Un hermano me acompañaba a la casa de Giuseppe Carraro, íbamos en auto o a pie. Tuve cinco encuentros entre los 11 y 14 años, siempre por la tarde, excepto uno que fue el día que me dieron el diploma de octavo grado. Me llevaron un rato antes del examen, que no pude hacer, pero el obispo llamó por teléfono al Próvolo e igual me entregaron el diploma. En su casa me tocaba, me hacía subir a caballito sobre sus piernas, se bajaba los pantalones. En el Instituto han falsificado mi diploma, para hacer ver que me había recibido un año antes y así invalidar mi denuncia”, sostiene frente a la sentencia final del tribunal.

Monseñor Carraro –”orgullo de la Verona católica”, según lo describía la prensa local–, fue exonerado por completo de las acusaciones de pedofilia.

El 16 de julio de 2015 el papa Francisco recibió al cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, y autorizó la promulgación del decreto sobre las virtudes heroicas de Carraro –entre otros siete “Siervos de Dios”–, por haber tenido una vida en profunda unión con Dios y fiel a las enseñanzas de la doctrina de la Iglesia nombrándolo “Venerable”. El documento permitió el avance en el proceso de beatificación y canonización.

Para que sea beatificado se necesita el reconocimiento de un milagro obtenido por su intercesión. El cuerpo del Venerable Giuseppe Carraro descansa en la cripta de la catedral de Verona, a la espera del milagro que lo llevará a ser santo.

Fuente: Infobae

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